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LA LITURGIA DE LAS HORAS

Música y Liturgia de las HorasNOTAS-PARA-EL-SALMO

El Oficio Divino

LITURGIA_DE_LAS_HORASLa Liturgia de las horas (en latín liturgia horarum) es la oración de la Iglesia fuera de la Misa que se realiza en torno a las horas canónicas. Está estructurada de tal manera que la alabanza a Dios consagra el curso entero del día y de la noche teniendo como finalidad la de santificar los diversos momentos de la jornada. A todo el conjunto que conforma esta liturgia se denomina vulgarmente Oficios u Oficio Divino. «Horas Canónicas», «Breviario», «Oficio diurno y nocturno», «Oficio eclesiástico», «Cursus ecclesiasticus”, o simplemente «Cursus» son sinónimos de «Oficio Divino».

La costumbre de recitar oraciones a ciertas horas del día o de la noche se remonta a los judíos, de quienes los cristianos la tomaron prestada. En los Salmos encontramos expresiones como: «Por la mañana escucharás mi voz / por la mañana te expongo mi causa» (Sal. 5); «Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo… / En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti» (Sal. 62); «Voy a cantar y a tocar: / despierta, gloria mía; / despertad, cítara y arpa; / despertaré a la aurora» (Sal. 56); «Siete veces al día te alabo» (Sal. 119). Los Apóstoles observaban la costumbre judía de orar a medianoche, tercia, sexta, nona: «Mientras ellos iban por el camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la azotea para orar, cerca de la hora sexta» (Hch 10,9). La oración cristiana de aquella época consistía de casi los mismos elementos que la judía: recitación o cántico de los Salmos, lecturas del Antiguo Testamento, a las que pronto se añadieron las de los Evangelios, los Hechos y las Epístolas, y en ocasiones cánticos compuestos o improvisados por los presentes. «Gloria in Excelsis Deo» y el «Te decet laus» aparentemente son vestigios de estas inspiraciones primitivas.

Fue San Benito (480-547), en la Iglesia occidental, el primero que sistematizó el «Oficio Divino» integrando en él salmos y cánticos bíblicos, con los himnos, el gloria y antífonas, además de las lecturas bíblicas. En los monasterios, los monjes hacían una pausa en sus labores y se reunían regularmente a determinadas horas del día (horas canónicas) para hacer su oración. Estas oraciones eran fundamentalmente cantadas, especialmente los himnos al empezar, los antifonarios usados para los salmos, los salmos mismos, y los antifonarios Marianos (estos constaban de cuatro cantos: Alma Redemptoris Mater, Ave Regina caelorum, Regina caeli laetare, y Salve Regina). Sigue leyendo

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OFFRET, SACRIFICATIO. EL DON Y EL SACRIFICIO

OFFRET

En el contexto de la reflexión que venimos realizando sobre la Liturgia eucarística, han aparecido dos elementos fundamentales para la comprensión del Misterio que celebramos: el don y el sacrificio. Cristo se nos ofrece como don mediante el sacrificio de sí mismo, un sacrificio que comporta la salvación de todos los hombres a pesar de lo aparentemente absurdo de dicho sacrificio. A fuerza de repetirlo cada domingo es posible que se nos haya hecho «irrelevante» y que, por tanto, no afecte a nuestra vida personal con la profundidad que debiera. El cineasta ruso Andrei Tarkovski nos invita a reflexionar sobre ello con una fuerza poética y una hondura espiritual poco común en el cine al que nos tiene acostumbrados la cartelera comercial. Os invito a abrir los sentidos y el entendimiento  para dejaros interpelar por este relato cinematográfico que, aunque no es de fácil lectura, seguro que os dejará alguna inquietud más.

La primera imagen con la que se abre la película-parábola del cineasta ruso Andrei Tarkovski Offret, Sacrificatio (Sacrificio), sobre la que aparecen impresionados los créditos, es una reproducción de La adoración de los Magos, de Leonardo da Vinci. La cámara se mueve a lo largo del torso de uno de los tres oferentes que, inclinado sobre Jesús, muestra un regalo. Erbarme dich mein gott (¡Apiádate de mí, Dios mío!), de La Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach subraya la trascendencia de este momento. Estos dos elementos, la ofrenda de los magos y la experiencia de la Pasión, son los ejes conductores de nuestra historia, como se explica transversalmente en la escena en la que el cartero Otto, al entregar a Alexander su regalo de cumpleaños le dice: “Todo regalo representa un sacrificio; si no representara un sacrificio, ¿qué clase de regalo sería?” El regalo de los magos de Oriente preanuncia en la mirra su Pasión salvadora, el gran regalo de Dios a los hombres.

Quedémonos con esta idea nuclear, pues con esta imagen de ofrecimiento, Tarkovski, que toda su vida luchó honestamente por la libertad física, moral y espiritual («He hecho las películas que he hecho porque no puedo actuar de otra forma. Soy el que soy. Es una cuestión de honestidad: honestidad ante los hombres y honestidad, sobre todo, delante de Dios.») nos propone en esta película una metáfora extraordinaria sobre la relación entre la libertad personal y las consecuencias para los demás de nuestra entrega. Citando a Hamlet dirá que basta ya de charlatanería; es necesario hacer algo. Y eso es lo que hará nuestro protagonista: una súplica que conllevará un sacrificio personal con consecuencias para toda la humanidad aunque ésta ni lo perciba como acción directa suya ni lo reconozca sino envolviendo su actitud en un trastorno psiquiátrico. Sigue leyendo

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DIARIO DE UN CURA RURAL. EL CREDO DE LA INCREDULIDAD

GEORGE-BERNANOSEn este itinerario que venimos realizando por la Liturgia de la Palabra en el contexto de la Celebración eucarística, me parece oportuno rescatar una de las piezas literarias —y su versión cinematográfica—, más comprometidas con la temática de la fe: Diario de un cura rural. La literatura y el cine, cuando no buscan el mero entretenimiento, consiguen con frecuencia expresar ese «pathos» que tan difícilmente logramos con las palabras. La fe que cada domingo expresamos en el Credo forma parte de esa experiencia que desborda toda palabra humana por lo que os invito a indagar en el misterio de la fe de la mano de dos maestros: George Bernanos y Robert Bresson.

George Bernanos. El Credo

En 1936, George Bernanos, novelista y dramaturgo francés de la primera mitad del siglo XX,  publicó su obra maestra Diario de un cura rural, donde narra la batalla de la fe en su lucha contra el pecado a través del joven sacerdote de Ambricourt. En su primera novela, Bajo el sol de Satanás, publicada en 1932, ya estaban patentes sus preocupaciones religiosas: la lucha entre el bien y el mal, la fe y la desesperación. Desde el principio, sus preocupaciones se vinculan a una visión trágica del cristianismo similar a la de autores como François Mauriac, Graham Green o Miguel de Unamuno. La preocupación fundamental de Bernanos fue la búsqueda de la santidad y la verdadera fe. A pesar de las dudas jamás se separó de la esperanza que desde su infancia le inculcaron sus padres y formadores. Es más, según sus palabras, «la santidad es una aventura, incluso la única aventura.».

Sus sacerdotes, testigos cualificados de la fe de la Iglesia, a menudo son seres llenos de dudas sobre lo que creen y lo que predican. Se debaten entre la fe y la razón, se cuestionan la existencia del mal y se preguntan por ese Dios que con frecuencia permite el dolor y el sufrimiento de los hombres. Este elemento dramático-religioso permite dar a sus obras una tensión narrativa extraordinaria que nos acerca al problema de la fe sin concesiones ni al sentimentalismo ni al racionalismo filosófico o teológico contra el que tanto luchó Bernanos. El eje narrativo de sus novelas se basa en lo que Heidegger describió a propósito de la fe: «Si la fe no se expusiese constantemente a la posibilidad de la incredulidad, no sería fe alguna, sino comodidad o convenio consigo mismo de atenerse en lo futuro a la doctrina como algo admitido.» (Introducción a la metafísica). Pero, a diferencia del San Manuel Bueno, mártir de Unamuno en el que el sacerdote ha perdido la fe, en Bernanos los sacerdotes dudan, luchan, pero conservan la esperanza (la actitud del Adviento). El joven cura de Ambricourt muere rezando el rosario y afirmando que ya “todo es gracia” a pesar de sus dudas de fe y de morir bajo el techo de un sacerdote que “ha colgado los hábitos”.

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ORDET. LA EFICACIA DE LA PALABRA

ORDET - Arrullo del viento

En 1972 se hizo internacionalmente famosa la canción escrita por Leo Chiosso y Giancarlo del Re, graciosamente interpretada por Mina Mazzini y Alberto Lupo, titulada “Parole, parole”. Era un dueto en el que Mina lamentaba el final del amor y las mentiras que había tenido que soportar. Mientras su pareja habla y la adula, Mina simplemente respondía “parole”, dando a entender que no creía en lo que decía su pareja por mucho que dijera cosas bonitas. La parte central de la canción decía más o menos esto: “palabras, palabras, palabras / palabras, palabras, palabras, / son sólo palabras, / palabras entre nosotros”. Esta canción ligera, convertida en himno a la vaciedad de la palabra, alimentó las emisoras de radio de medio mundo durante mucho tiempo. Un himno a las palabras que no dicen nada porque no significan nada, porque no realizan aquello que dicen. Palabras que el alba diluye porque nace un nuevo día y muere la noche. Palabras que son sólo palabras…

Esta pequeña anécdota musical quizá deberíamos tenerla más en cuenta a la hora de describir la experiencia de comunicación que habitualmente tenemos entre nosotros (comunicación horizontal) y entre nosotros y Dios (comunicación vertical). Cuando la comunicación no es bidireccional y cuando aparecen innumerables “ruidos” en nuestro proceso de comunicación, lo que decimos está vacío, hueco. Emitimos sonidos, palabras, pero no nos comunicamos. Cuando hay comunicación verdadera ambos actores interactúan entre sí y quedan mutuamente afectados por lo que se dicen. Lo suyo no son sólo palabras entre ambos sino un proceso en donde la palabra, contenedor de nuestros pensamientos, emociones e ideas, irrumpe en el otro modificándolo, transformándolo; y viceversa. Es lo que se conoce como “palabra eficaz” porque logra el efecto que se desea con la palabra. Si digo: “cambia de sitio esa mesa” y el otro lo hace, mi palabra ha sido eficaz. Pero si digo cosas y cosas sin sentido, sin intencionalidad, provoco que el otro sólo las escuche “como quien oye llover”; mi palabra es sólo palabra porque no dice nada y por tanto no llega al otro. Pero si digo palabras llenas de contenido (un arma cargada de futuro, como diría Gabriel Celaya) pero el otro no las escucha o “se hace el loco” cantando “parole, parole, parole…”, mi palabra no está vacía pero le he negado la eficacia porque he cerrado mi canal de comunicación, mi corazón y mi mente. Es algo parecido a lo que contaba Jesús en la parábola del sembrador: la semilla es buena pero la tierra en la que cae puede malograr su eficacia.

Eso es lo que ocurre también con nuestra “escucha de la Palabra” (Palabra de Dios). La rutina y el cansancio de lo sagrado debilitan nuestra capacidad de escucha de la Palabra como palabra eficaz haciéndonos sordos a la auténtica salvación de Dios por la Palabra. Cada vez que celebramos la Eucaristía comulgamos con la Palabra y comulgamos con el Cuerpo y la Sangre de Cristo, pero ¿es eficaz esta comunión?, ¿realiza de verdad en nosotros lo que dice?, ¿tenemos la fe suficiente para dejar que la Palabra nos transforme?

Para ilustrar esta realidad me permito traer hoy a vuestra consideración una de las grandes películas de la cinematografía mundial: Ordet (La Palabra).

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OSTROV. SEÑOR, TEN PIEDAD

OSTROV

En la vida de todo creyente necesariamente aparece la súplica a Dios para que se apiade de sus pecados. Las limitaciones del ser humano, sus miserias y debilidades, no son sino un camino ─casi una pedagogía divina─, para conducirnos a la verdadera santidad. Así se nos presenta la película Ostrov que me gustaría comentar al hilo de nuestra reflexión sobre la celebración eucarística en el contexto de lo que llamamos Acto penitencial que concluye con la aclamación del Kyrie: Señor, ten piedad.

Ostrov, conocida también como La isla o Exorcismo (ver película) es una película rusa realizada en 2006 por Pavel Lungin, uno de los directores de cine más interesantes de la nueva cinematografía rusa. Galardonado en 2008 con la distinción de Artista del Pueblo de Rusia, se ha convertido en un referente del cine contemporáneo aunque desgraciadamente poco conocido en España. Es autor de películas como Taxi blues, Luna Park o Zar, la extraordinaria historia del zar Iván el terrible, además de su inquietante poema religioso Ostrov, La isla.

Ostrov cuenta la historia de Anatoli, un marinero ruso que durante la Segunda Guerra Mundial (en 1942) se vio obligado por los alemanes a matar a su compañero y capitán Tikhon para salvar su vida. Este crimen, fruto de la cobardía, le acompañará toda su vida como algo horrible de lo que tiene que pedir perdón continuamente a Dios. Treinta años más tarde encontramos al marinero Anatoli retirado en una isla del mar del Norte viviendo penitentemente en las calderas de un monasterio ortodoxo ruso y convertido en un santón, un stárez capaz de hacer milagros y realizar exorcismos. Después de atender a varios personajes que buscan en él el don de curación y de profecía, aparece un almirante con su hija poseída por el diablo para que la cure. El almirante se llama Tikhon…

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ANDREI RUBLEV. PEREGRINACIÓN POR EL SILENCIO

Sólo en el silencio llego a Dios. Arte y fe

LA TRINIDAD - A. RublevPartiendo de la expresión de Romano Guardini «Sólo en el silencio llego a Dios», me gustaría proponer una lectura singular, aunque evidentemente sesgada, de la obra del cineasta ruso Andrei Tarkovski sobre la figura del pintor de iconos del renacimiento Andrei Rublev (1360-1430). “Andrei Rublev” (1966) [ver trailer] es la segunda película de este director, la que le convirtió en el cineasta ruso más importante de su generación y, probablemente, uno de los más importantes e influyentes de la cinematografía universal. Luigi Bini dijo de esta película que «representa el momento expresivo más alto de la cinematografía soviética después de la obra de Einsestein.». Pero a pesar de estar considerada como una obra maestra y de haber recibido premios en los más prestigiosos festivales cinematográficos, la verdad es que sufrió durísimos ataques por parte de las autoridades rusas. No fue proyectada públicamente en su propio país hasta 1972 (y fue proyectada en versión reducida), tres años después de haber ganado el Premio Internacional de la Crítica en el Festival de Cine de Cannes. Las autoridades soviéticas tildaron la obra de aterradora, oscura y sin fundamento histórico, y la editaron en varias ocasiones, a veces quitándole hasta una hora de filmación a la versión original.

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EL SILENCIO EN LA LITURGIA

SILENCIOEl silencio sagrado

Uno de los signos más importantes de la liturgia cristiana es el silencio. No se trata de un silencio cualquiera, sino de un “silencio sagrado”. Romano Guardini lo describió así: «Si alguien me preguntase dónde comienza la vida litúrgica, yo respondería: con el aprendizaje del silencio. Sin él, todo carece de seriedad y es vano…; este silencio… es condición primera de toda acción sagrada.».

El silencio no se puede entender sin su polo opuesto, el hablar. El silencio sólo se puede dar en aquél que puede hablar. Los animales emiten sonidos pero no hablan, por eso en ellos no puede haber silencio. Esto indica que el silencio no es ausencia de sonidos sino una “no palabra”. En Una ética para nuestro tiempo, el propio Guardini dice: «Sólo puede hablar con pleno sentido quien también puede callar; si no, desbarra. Callar adecuadamente sólo puede hacerlo quien también es capaz de hablar. De otro modo es mudo.». Ambos polos son complementarios y se necesitan para existir. Si se elimina uno se elimina automáticamente el otro. Por eso nuestro mundo, que ha eliminado el silencio, ha matado también la palabra y lo que habitualmente escuchamos es su degeneración. No es una palabra vinculada a la verdad y que alimente la vida del hombre. Todo lo contrario, cuanto escuchamos hace que la existencia humana languidezca y se atrofie. «Entre el silencio y el hablar se desarrolla la vida del hombre en relación con la verdad» escribirá Guardini. Por ello, es necesario recuperar el silencio para recuperar la palabra, porque de la tensión entre ambos se engendra la verdad. Una imagen propuesta por el mismo Guardini nos puede hacer ver la importancia del silencio: «Quien no sabe callar, hace con su vida lo mismo que quien sólo quisiera respirar para fuera y no para dentro. No tenemos más que imaginarlo y ya nos da angustia. Quien nunca calla echa a perder su humanidad.».

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