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JOHANN SEBASTIAN BACH. MÚSICA SAGRADA

«A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu»

JS BACHCon la intención de que podamos valorar mejor lo dicho hasta ahora sobre la música religiosa, sagrada y litúrgica, me gustaría traer a la memoria de todos ─y también a los sentidos─, a uno de los más grandes compositores de música sagrada de todos los tiempos, a Johann Sebastian Bach. Compositor barroco (Eisenach 1685, Leipzig 1750) e hijo de una familia de amplia tradición musical (entre antecesores y parientes pueden contarse hasta 120 músicos, compositores y artesanos en la fabricación de instrumentos), toda la obra de Bach es explícitamente religiosa. Bach es un hombre sencillamente fiel a su experiencia religiosa. Su familiaridad con el Misterio es asombrosa. Vive todos los acontecimientos de su vida ─su matrimonio con sus dos esposas, la muerte de la primera de ellas, el nacimiento y cuidado de sus más de veinte hijos, sus logros profesionales─ como ocasión de experimentar la cercanía de Dios. Incluso, su segunda esposa recordará cómo el maestro compuso entre lágrimas cierto pasaje de la Pasión según San Mateo en que se narra la muerte de Cristo en la cruz, conmovido por el significado de aquello que su música relataba. Bach entrega su vida para que Cristo se haga presente. Entregar la vida por Cristo conlleva, por ejemplo, sacrificar un jugoso empleo en alguna corte a cambio de poder escribir música religiosa en Leipzig. El resultado de este abandonarse al Creador es una paz y una sencillez al afrontar la vida y el trabajo que se deja notar en todas sus obras. Se sabe que con frecuencia decía a sus hijos que buscaran la pureza de la música en la respiración, en la paz y en la fuerza de Dios. «Para hacer buena música hay que ser honesto», les decía.

La mejor manera de entender lo que significa la música sagrada en contraposición con la música litúrgica (la música sagrada «debe ser santa y, por lo tanto, excluir todo lo profano, y no sólo en sí misma, sino en el modo en que se ejecuta. Debe ser arte verdadero, porque no es posible de otro modo que tenga sobre el ánimo de los oyentes el efecto que la Iglesia desea lograr al usar en su liturgia el arte de los sonidos.» (TLS 2). Una música verdaderamente litúrgica es la que interpreta el sentido auténtico, el sensus del rito, lo hace comprensible y, por lo tanto, permite y conduce a la implicación y a la «participación activa») es escuchar La misa en si menor de Bach con el espíritu de su lema, el texto de su salmo favorito: «A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.» (Sal. 30) y escuchar a continuación, por ejemplo, cualquiera de las misas de Francisco Palazón, Alrededor de tu mesa o Reunidos en su nombre. Seguro que entendemos e intuimos a la perfección lo que estamos diciendo.

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