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RITOS INICIALES: GLORIA

Anunciación de los pastores

Gloria a Dios en el cielo,
y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.

Por tu inmensa gloria te alabamos,
te bendecimos, te adoramos,
te glorificamos, te damos gracias,
Señor Dios, Rey celestial,
Dios Padre todopoderoso,
Señor Hijo único, Jesucristo.

Señor Dios, Cordero de Dios, Hijo del Padre;
tú que quitas el pecado del mundo,
ten piedad de nosotros;
tú que quitas el pecado del mundo,
atiende nuestra súplica;
tú que estás sentado a la derecha del Padre,
ten piedad de nosotros;
porque sólo tú eres Santo,
sólo tú Señor, sólo tú Altísimo, Jesucristo,
con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre.

Amén.

Del conjunto de cantos de inspiración bíblica que se compusieron en la primitiva comunidad cristiana, compuestos a imitación de los himnos y salmos, sobrevivió junto a otros pocos —como el Te Deum, el Gloria, conocido como Himno angélico (por las palabras con las que comienza, las que el evangelista Lucas pone en boca de los ángeles que anuncian el nacimiento de Jesús) o Gran doxología (en comparación con la pequeña doxología, antiquísima también, del «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo…»). Se ha dicho que el Gloria es «el más bello, el más popular, el más antiguo canto cristiano llegado hasta nosotros.».

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RITOS INICIALES: SEÑOR, TEN PIEDAD (KYRIE, ELEISON)

EL HIJO PRODIGO

Señor, Rey y Padre no engendrado, Verdadera Esencia de Dios, ten piedad de nosotros.

Señor, Fuente de luz y Creador de todas las cosas, ten piedad de nosotros.

Señor, Tú que nos has marcado con el sello de tu imagen, ten piedad de nosotros.

Cristo, Verdadero Dios y Verdadero Hombre, ten piedad de nosotros.

Cristo, Luz guía, a través de quien son todas las cosas, ten piedad de nosotros.

Cristo, Perfección de la Sabiduría, ten piedad de nosotros.

Señor, Espíritu vivificador y poder de vida, ten piedad de nosotros.

Señor, Aliento del Padre y el Hijo, en quien son todas las cosas, ten piedad de nosotros.

Señor, Purificador del pecado y Limosnero de la Gracia, te rogamos no nos abandones a causa de nuestras ofensas. Consolador del alma dolorida, ten piedad de nosotros.

[En la Edad Media el Kyrie era acompañado con otras palabras para rellenar los largos neumas. Este Kyrie del Sarum Missal de la Iglesia medieval de Inglaterra es un buen ejemplo de ello.]

El Acto penitencial es una novedad del Misal actual. No hay testimonios acerca del mismo en la tradición litúrgica, ni oriental ni occidental. El Confiteor del comienzo de la Misa en el Misal de San Pío V no era en realidad un acto penitencial de la comunidad sino una devoción privada del celebrante que, como preparación al misterio que iba a celebrar lo rezaba cuando caminaba hacia el altar, o al pie del mismo, mientras se cantaba el Canto de entrada. Esto no quiere decir que no tenga su justificación en este momento de la celebración ya que el objetivo del Rito de entrada es lograr que los reunidos se sientan comunidad convocada y presidida por el Señor ante quien espontáneamente sentimos indignidad, pobreza y humilde llamada a la conversión. En el Acto penitencial del rito de entrada reconocemos esta doble realidad: la de nuestras limitaciones, nuestro pecado, y la de la gracia de Dios que quita el pecado del mundo y acoge a los pecadores y los sienta a su mesa.

Como conclusión del Acto penitencial, entre la procesión de entrada y la oración colecta conclusiva de los ritos iniciales, el Misal introduce la invocación “Señor, ten piedad”, o Kyrie, eleison, invocación que ni siquiera la liturgia romana tradujo al latín manteniendo su versión original en griego (la única que la liturgia pronunciaba en la lengua de los evangelios). Veamos su significado, importancia y tratamiento musical en el conjunto de la liturgia.

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RITOS INICIALES: CANTO DE ENTRADA

CRISTO RESUCITADOLos Ritos iniciales, a pesar de no pertenecer a los elementos fundamentales de la celebración y de no haber formado siempre parte de la misma, son muy importantes de cara a conseguir la adecuada disposición de los asistentes así como su activa participación en el conjunto de la celebración. Una vez que hemos entrado en el lugar de la celebración, se trata de “entrar” en la celebración de la misma. Para celebrar adecuadamente es necesario que nos sintamos “asamblea” y no un grupo anónimo de personas a las que ni conocemos ni saludamos. Tenemos que sentirnos “comunidad” unida por el Espíritu, al que invocamos en el saludo trinitario del presidente de la celebración: “En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo…”. Los Ritos iniciales ─pues son varios─, son como el pórtico de nuestra celebración. Hay que verlos no sólo como preparación sino como anticipo de lo que va a ser la celebración en su parte más central o Liturgia eucarística. Puede decirse que introducen a la Liturgia de la Palabra y preludian globalmente toda la celebración en lo que ésta tiene de gozosa celebración de la presencia del Señor, aclamación de su misericordia, alabanza agradecida de su grandeza y de su obra salvadora.

Para conseguir esto es necesario implicarse personalmente, lo que exige esfuerzo y, por supuesto, respetar la puntualidad y el ritmo de la celebración. No basta con llegar “a tiempo” al inicio de la celebración; es muy importante llegar “con tiempo” suficiente para disponernos física y espiritualmente con nuestra actitud sosegada a lo que vamos a celebrar. Llegar tarde no sólo no nos hace entrar atropelladamente en la celebración sino que manifiesta una falta de respeto hacia el conjunto de la asamblea que se dispone a celebrar el misterio de amor más grande que Dios nos ha entregado en su hijo Jesucristo, y hacia el mismo Señor que “nos llama y nos reúne”.

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