SALVE REGINA
Antífona Mayor para el Tiempo Ordinario
Salve, Regina, mater misericordiae
Vita, dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules, filii evae.
Ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle.
Eia ergo, Advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.
V. Ora pro nobis, sancta Dei Genetrix.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi. Amén.
Es una antigua y entrañable plegaria a la Virgen María que ha rezado la Iglesia durante mucho tiempo en el Oficio de la Virgen, es decir, todos los sábados en los que no se hacía en el Oficio Divino memoria o fiesta de un misterio de Jesucristo o festividad de algún santo. Se decía como antífona del Benedictus de Laudes y como antífona del Magnificat de Vísperas. Litúrgicamente hablando se le llamaba antífona del Evangelio por su contenido: plegarias sacadas del texto evangélico. Se decía o cantaba al final de una o varias horas canónicas oficiadas en coro catedralicio o conventual, y los obligados al rezo litúrgico podían o solían seguir la misma costumbre al rezar el Oficio en privado. Hoy, a partir del decreto Rubricarum Instructum, publicado por Juan XXIII en 1960, se reza o canta una sola vez: al final de la hora de Completas, la última del Oficio Divino.
La Salve Regina es la más popular de las antífonas marianas. Está indicada para el Tiempo Ordinario. Se canta o reza desde las I Vísperas del Domingo de la Santísima Trinidad hasta la hora nona del sábado antes de Adviento. Su autoría no es segura, atribuyéndose a diversos autores. Los apóstrofes finales, oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María, a veces atribuidos a San Bernardo de Claraval, han aparecido en documentos anteriores a dicho santo. También se ha atribuido su autoría al obispo de Le Puy-en-Velay Ademar de Monteil, al monje alemán Herman von Reichenau (= Hermann Contractus1), incluso al obispo legendario de Segovia San Jeroteo, pero sobre todos ellos se atribuye su autoría, por lo general, al obispo de Santiago de Compostela Pedro de Mezonzo2 (930-1003).
Pedro de Mezonzo, recién nombrado obispo, en el año 985, hubo de afrontar una etapa difícil, ya que los normandos y los musulmanes asolaban con frecuencia las tierras gallegas y se cebaban especialmente con las propiedades de la Iglesia. En 997 el caudillo Almanzor llegó a Santiago y se llevó las campanas de la catedral; ante el peligro que suponía la llegada de los musulmanes, se dice que Pedro de Mezonzo compuso la oración Salve Regina, que se convirtió rápidamente en una de las plegarias más famosas de toda la cristiandad. Por otra parte, Pedro de Mezonzo rechazó las visiones catastrofistas de quienes pensaban que el fin del milenio traería el fin del mundo, a quienes replicó que Dios, como Padre misericordioso, cuidaría de sus hijos.
El papa Benedicto XIV recoge la tradición que le atribuye el celebre canticum del pueblo cristiano en momentos de tribulación y angustia, la Salve Regina, donde se implora a la Madre de Jesús como vida, dulzura y esperanza nuestra, de ojos misericordiosos. Recoge el papa lo que se lee en los Anales Benedictinos de Mabillón, año 986: «Petrus Episcopus, cognomento de Moson, qui ante episcopatum monasterii Sancti Petri de ante Altaria in eadem Urbe (Compostella) abbas extiterat. Hic piam antiphonam de Beata Virgine, nempe Salve Regina, compuesi dicetur».
Originalmente se trata de una secuencia con rima en «e», aunque la disposición de los versos puede variar según los recopiladores.
Desde la primera mitad del siglo XII se extiende con rapidez esta oración. Cistercienses, Dominicos y Franciscanos promovieron su uso en diversas circunstancias (en especial en la Liturgia de las Horas). En 1218 la rezan ya diariamente los cistercienses. Desde 1221 los dominicos la cantan también a diario al terminar la oración de Completas. Los cartujos la cantan diariamente en Vísperas (excepto desde el primer domingo de Adviento a la Octava de Epifanía, y desde el domingo de Pasión hasta el primer domingo después de Pascua), así como después de cada hora del Oficio menor de la Santísima Virgen. Los carmelitas lo rezan después de cada hora del Oficio. En 1250 Gregorio IX la aprobó y prescribió su uso universal cantándose al final del rezo de las Completas. Y el Papa León XIII prescribió su recitación (el 6 de Enero de 1884) después de cada misa rezada, junto con otras oraciones.
El uso de la antífona en Completas lo iniciaron los dominicos hacia 1221 y se propagó rápidamente. Antes de mediados de ese siglo se incorporó con las demás antífonas de la Santísima Virgen al Breviario franciscano “modernizado”, de donde entró en el Breviario Romano.
La antífona figura en gran medida en las devociones vespertinas, no sólo de conventos y monasterios, sino de las cofradías y gremios que se constituyeron en gran número hacia el comienzo del siglo XIII. Sigue leyendo →