En el contexto de la reflexión que venimos realizando sobre la Liturgia eucarística, han aparecido dos elementos fundamentales para la comprensión del Misterio que celebramos: el don y el sacrificio. Cristo se nos ofrece como don mediante el sacrificio de sí mismo, un sacrificio que comporta la salvación de todos los hombres a pesar de lo aparentemente absurdo de dicho sacrificio. A fuerza de repetirlo cada domingo es posible que se nos haya hecho «irrelevante» y que, por tanto, no afecte a nuestra vida personal con la profundidad que debiera. El cineasta ruso Andrei Tarkovski nos invita a reflexionar sobre ello con una fuerza poética y una hondura espiritual poco común en el cine al que nos tiene acostumbrados la cartelera comercial. Os invito a abrir los sentidos y el entendimiento para dejaros interpelar por este relato cinematográfico que, aunque no es de fácil lectura, seguro que os dejará alguna inquietud más.
La primera imagen con la que se abre la película-parábola del cineasta ruso Andrei Tarkovski Offret, Sacrificatio (Sacrificio), sobre la que aparecen impresionados los créditos, es una reproducción de La adoración de los Magos, de Leonardo da Vinci. La cámara se mueve a lo largo del torso de uno de los tres oferentes que, inclinado sobre Jesús, muestra un regalo. Erbarme dich mein gott (¡Apiádate de mí, Dios mío!), de La Pasión según San Mateo de Johann Sebastian Bach subraya la trascendencia de este momento. Estos dos elementos, la ofrenda de los magos y la experiencia de la Pasión, son los ejes conductores de nuestra historia, como se explica transversalmente en la escena en la que el cartero Otto, al entregar a Alexander su regalo de cumpleaños le dice: “Todo regalo representa un sacrificio; si no representara un sacrificio, ¿qué clase de regalo sería?” El regalo de los magos de Oriente preanuncia en la mirra su Pasión salvadora, el gran regalo de Dios a los hombres.
Quedémonos con esta idea nuclear, pues con esta imagen de ofrecimiento, Tarkovski, que toda su vida luchó honestamente por la libertad física, moral y espiritual («He hecho las películas que he hecho porque no puedo actuar de otra forma. Soy el que soy. Es una cuestión de honestidad: honestidad ante los hombres y honestidad, sobre todo, delante de Dios.») nos propone en esta película una metáfora extraordinaria sobre la relación entre la libertad personal y las consecuencias para los demás de nuestra entrega. Citando a Hamlet dirá que basta ya de charlatanería; es necesario hacer algo. Y eso es lo que hará nuestro protagonista: una súplica que conllevará un sacrificio personal con consecuencias para toda la humanidad aunque ésta ni lo perciba como acción directa suya ni lo reconozca sino envolviendo su actitud en un trastorno psiquiátrico. Sigue leyendo