ANTÍFONAS MARIANAS /3

SALVE REGINA

Antífona Mayor para el Tiempo Ordinario

Madonna del Magnificat [Botticelli 1480-81]

Salve, Regina, mater misericordiae
Vita, dulcedo, et spes nostra, salve.
Ad te clamamus, exsules, filii evae.
Ad te suspiramus, gementes et flentes in hac lacrimarum valle.
Eia ergo, Advocata nostra,
illos tuos misericordes oculos ad nos converte.
Et Iesum, benedictum fructum ventris tui,
nobis post hoc exsilium ostende.
O clemens, O pia, O dulcis Virgo Maria.

V. Ora pro nobis, sancta Dei Genetrix.
R. Ut digni efficiamur promissionibus Christi. Amén.

Es una antigua y entrañable plegaria a la Virgen María que ha rezado la Iglesia durante mucho tiempo en el Oficio de la Virgen, es decir, todos los sábados en los que no se hacía en el Oficio Divino memoria o fiesta de un misterio de Jesucristo o festividad de algún santo. Se decía como antífona del Benedictus de Laudes y como antífona del Magnificat de Vísperas. Litúrgicamente hablando se le llamaba antífona del Evangelio por su contenido: plegarias sacadas del texto evangélico. Se decía o cantaba al final de una o varias horas canónicas oficiadas en coro catedralicio o conventual, y los obligados al rezo litúrgico podían o solían seguir la misma costumbre al rezar el Oficio en privado. Hoy, a partir del decreto Rubricarum Instructum, publicado por Juan XXIII en 1960, se reza o canta una sola vez: al final de la hora de Completas, la última del Oficio Divino.

La Salve Regina es la más popular de las antífonas marianas. Está indicada para el Tiempo Ordinario. Se canta o reza desde las I Vísperas del Domingo de la Santísima Trinidad hasta la hora nona del sábado antes de Adviento. Su autoría no es segura, atribuyéndose a diversos autores. Los apóstrofes finales, oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María, a veces atribuidos a San Bernardo de Claraval, han aparecido en documentos anteriores a dicho santo. También se ha atribuido su autoría al obispo de Le Puy-en-Velay Ademar de Monteil, al monje alemán Herman von Reichenau (= Hermann Contractus1), incluso al obispo legendario de Segovia San Jeroteo, pero sobre todos ellos se atribuye su autoría, por lo general, al obispo de Santiago de Compostela Pedro de Mezonzo2 (930-1003).

Pedro de Mezonzo, recién nombrado obispo, en el año 985, hubo de afrontar una etapa difícil, ya que los normandos y los musulmanes asolaban con frecuencia las tierras gallegas y se cebaban especialmente con las propiedades de la Iglesia. En 997 el caudillo Almanzor llegó a Santiago y se llevó las campanas de la catedral; ante el peligro que suponía la llegada de los musulmanes, se dice que Pedro de Mezonzo compuso la oración Salve Regina, que se convirtió rápidamente en una de las plegarias más famosas de toda la cristiandad. Por otra parte, Pedro de Mezonzo rechazó las visiones catastrofistas de quienes pensaban que el fin del milenio traería el fin del mundo, a quienes replicó que Dios, como Padre misericordioso, cuidaría de sus hijos.

El papa Benedicto XIV recoge la tradición que le atribuye el celebre canticum del pueblo cristiano en momentos de tribulación y angustia, la Salve Regina, donde se implora a la Madre de Jesús como vida, dulzura y esperanza nuestra, de ojos misericordiosos. Recoge el papa lo que se lee en los Anales Benedictinos de Mabillón, año 986: «Petrus Episcopus, cognomento de Moson, qui ante episcopatum monasterii Sancti Petri de ante Altaria in eadem Urbe (Compostella) abbas extiterat. Hic piam antiphonam de Beata Virgine, nempe Salve Regina, compuesi dicetur».

Originalmente se trata de una secuencia con rima en «e», aunque la disposición de los versos puede variar según los recopiladores.

Desde la primera mitad del siglo XII se extiende con rapidez esta oración. Cistercienses, Dominicos y Franciscanos promovieron su uso en diversas circunstancias (en especial en la Liturgia de las Horas). En 1218 la rezan ya diariamente los cistercienses. Desde 1221 los dominicos la cantan también a diario al terminar la oración de Completas. Los cartujos la cantan diariamente en Vísperas (excepto desde el primer domingo de Adviento a la Octava de Epifanía, y desde el domingo de Pasión hasta el primer domingo después de Pascua), así como después de cada hora del Oficio menor de la Santísima Virgen. Los carmelitas lo rezan después de cada hora del Oficio. En 1250 Gregorio IX la aprobó y prescribió su uso universal cantándose al final del rezo de las Completas. Y el Papa León XIII prescribió su recitación (el 6 de Enero de 1884) después de cada misa rezada, junto con otras oraciones.

El uso de la antífona en Completas lo iniciaron los dominicos hacia 1221 y se propagó rápidamente. Antes de mediados de ese siglo se incorporó con las demás antífonas de la Santísima Virgen al Breviario franciscano “modernizado”, de donde entró en el Breviario Romano.

La antífona figura en gran medida en las devociones vespertinas, no sólo de conventos y monasterios, sino de las cofradías y gremios que se constituyeron en gran número hacia el comienzo del siglo XIII.

La antífona «Salve Regina» y Lutero

Lutero (1483-1546), que quería las mejores melodías para sus iglesias reformadas, pues no le parecía correcto que el diablo se quedara con todas las buenas melodías, se quejaba de que la antífona se cantaba en todas las partes del mundo, que las campanas de las iglesias sonaban en su honor, etc. Ponía objeciones especialmente a las palabras «Reina de misericordia, vida, dulzura, esperanza nuestra», pero el lenguaje de la devoción no es el del dogma, y algunos protestantes, no queriendo que desapareciera de las iglesias luteranas, la reconstruyeron «evangélicamente»3.

Los jansenistas encontraron similar dificultad, y buscaron cambiar la expresión en «dulzura y esperanza de nuestra vida»4.

Mientras que la antífona figuraba así ampliamente en la devoción católica litúrgica y popular en general, fue especialmente querida por los marinos. Los estudiosos dan ejemplos del canto de la Salve Regina por los marineros de Colón y los indios. Lo mismo ocurre en la época actual con la Salve Marinera de Oudrid cantada por los marineros el 16 de Julio: «Salve, estrella de los mares».

La música llana de la Salve Regina

SALVE_REGINA_Popular

Dios te Salve, Reina y Madre de Misericordia,
Vida, dulzura y esperanza nuestra. Dios te Salve.
A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.
A ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.
Ea pues, Señora Abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y después de este destierro, muéstranos a Jesús fruto bendito de tu vientre.
Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María.

V. Ruega por nosotros Santa María Madre de Dios,
R. para que seamos dignos de alcanzar las promesas de Nuestro Señor Jesucristo. Amén

 

El exquisito canto llano ha sido atribuido a Hermann Contractus. El Antifonario Vaticano (pp.127-8) da la forma revisada oficial o «típica» de la melodía (primer tono). La edición ahora no oficial «de Ratisbona» dio la melodía en una forma simple y adornada, junto con una versión que la describe como estando en el tono undécimo, y que es también muy hermosa.

«Sostenida y grave –escribe B. Capelle–, animada de un profundo lirismo, esta larga melopea jamás ha cesado de elevarse desde entonces de nuestros labios a la Reina de misericordia, vida, dulzura y esperanza de los hombres»5.

Grandes compositores de todas las épocas, modernos y clásicos, se han inspirado en ella para sus composiciones polifónicas. Destacamos la Salve Regina de Pergolesi, escrita para una voz, con dos violines, viola y órgano; conceptuada una de sus más felices inspiraciones, insuperada en pureza de estilo, y de expresión patética y emocionante.

Los autores españoles son muchísimos, alternando sus composiciones polifónicas con el canto llano, destacándose entre otros el P. Antonio Soler (1729-1783), Francis Poulenc6 (1899-19613), Anchieta (nº 3 del Códice colombino), Manuel de Falla «La salve en el mar» (1876-1946) transcrita por Ernesto Halffter. El P. Donostia, Juan-Alfonso García, (en castellano), para 4 voces, música y acompañamiento de órgano; la Salve popular en castellano, armonizada a 4 voces, música y acompañamiento de órgano por Jesús Guridi, etc.

Una oración antigua y siempre nueva

Diversos autores cristianos han elaborado comentarios para esta oración mariana a lo largo de la historia, destacándose Bernardo de Claraval, Pedro Canisio, Anselmo de Lucca, Alfonso María de Ligorio, entre otros.

La Salve Regina es una oración antigua y siempre nueva. Ha gozado de gran popularidad en todas las épocas por su brevedad y sencillez, por su ternura y profundidad, en la que se entrelazan de modo admirable la tristeza del peregrino y la esperanza del creyente. Tal vez, por todo esto, se han disputado su autoría tanto franceses como alemanes o españoles.

La Salve es un ejemplo de lo que significa una oración «esencial». Desde niños la hemos escuchado, rezado y cantado. De una forma imperceptible, pero eficaz,  estas oraciones han ido conformando nuestra piedad y dibujando nuestro trato con Dios y con la Santísima Virgen, enriqueciendo nuestros sentimientos y modos de invocar que sin duda han perdurado en nuestra vida hasta el momento presente.

Como oración «esencial» consta de:

  1. Un saludo, compuesto de abundantes piropos. Salve, Regina, Mater misericordiae, vita dulcedo, spes nostra…
  2. Una suplica: ad te clamamus, exsules filii Hevae. El orante sin concretar sus penas las resume en su condición de pecador (hijos de Eva); ad te suspiramus, clementes et flentes. La nostalgia del Paraíso perdido, del hijo que se ha perdido y desviado del camino, sintetizado en las lágrimas del valle al que le falta la luminosidad de la montaña.
  3. Una petición: «Advocata nostra», vuelve a nosotros tus ojos misericordiosos. La belleza natural de los ojos de madre se ve potenciada por el amor y la misericordia que en ellos se refleja. Y, precisamente, por ser abogada nuestra, intercede por nosotros montrándonos a Jesús, el fruto bendito de tu vientre.
  4. Coda final: es el broche final de esta hermosa oración. Algunos la atribuyen a San Bernardo: «Oh clemente, oh piadosa, oh dulce Virgen María» Después de los apelativos de clemente, piadosa y dulce, concluye de modo magistral pronunciando simplemente el nombre de María. «Y el nombre de la Virgen era María»7 (San Bernardo).

© Antonio Alcalde Fernández

 

NOTAS

  1. Hermann Contractus (1013-1054), monje benedictino alemán fue trasladado en 1920 a uno de los monasterios benedictinos más famosos del lago de konstanz donde permaneció el resto de su vida. Gran conocedor del latín, destacó como poeta y compositor pasando a ser muy conocido no sólo en Alemania sino en toda la Europa medieval. Uno de sus trabajos más conocidos fue el «Chronicon» que fue desarrollando en forma de Anales desde la época de Jesús hasta la del primer Kaiser de Alemania; la obra fue continuada hasta que murió en 1054 por un alumno suyo. También se encuentra entre las obras crónicas un «Martyrologium». Como compositor se le atribuye también la famosa antífona Alma Redemptoris Mater.
  2. Pedro de Mezonzo, nacido en Curtis (La Coruña) el año 930 y fallecido en 1003, fue un santo religioso español, obispo de Iria Flavia-Santiago de Compostela. Fue un líder espiritual en momentos de gran tribulación en Galicia. La Ciudad de La Coruña le dedica una de sus iglesias parroquiales, situada en el Barrio de Cuatro Caminos, así como una calle a caballo entre el Agra do Orzán y Santa Margarita.
  3. Ver, una versión en uso en Erfurt en 1525: «Salve Rex aeternae misericordiae»
  4. Beissel, I, 126.
  5. Aquilino de Pedro, Madre de Dios. Madre de los hombres. Imagen de la Iglesia. Ed. Paulinas. Madrid 1989, pág. 157.
  6. Francis Poulenc, compositor francés, compuso la ópera Diálogos de Carmelitas, basada en la obra de G. Bernanos.
  7. San Bernardo, Hom. 11 super «Missus est», 17; PL 183, 70BCD, 71A.

 

3 comentarios

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3 Respuestas a “ANTÍFONAS MARIANAS /3

  1. Josefina Baños

    La antífona de la Salve es una oración que me hace recordar mis años de niñez. Recuerdo que mi madre, la maestra y el sacerdote nos la enseñaron insistentemente. La aprendí muy pronto porque me gustaba y me gusta muchísimo; la sigo rezando con frecuencia. Me da fuerza la Virgen, Madre de misericordiosa, que siempre escucha y nunca nos deja solos.
    Animo a que digan y canten con frecuencia esta antífona u oración Mariana. De corazón os mando un abrazo. Josefina

  2. Fernando

    Mi padre fue marino durante su juventud y os puedo decir que cada vez que oía la Salve marinera se emocionaba como un adolescente. Esta invocación a María como estrella de los mares la canturreaban en cubierta mientras miraban al cielo contemplando las estrellas. Supongo que en esos momentos de soledad el marino, como cualquier persona, lo que más echa de menos, es la figura de la Madre.
    Lo que quizá no sabe mucha gente es que la Salve marinera es un fragmento de una zarzuela, El Molinero de Subiza (compuesta en 1870), popularizada por la Armada española, de la que es himno.
    Veo que hay numerosas versiones de la Salve, todas ellas entrañables. Gracias por recordárnoslas.

  3. María Dolores

    No sabía que la Salve marinera fuera un fragmento de zarzuela, tampoco conozco nada de su autor.
    La salve es una oración que me encanta y además me gusta cantarla en latín, hasta el punto de que me cuesta recordar el texto en español.
    Es de las pocas cosas que recuerdo perfectamente del latín, junto con, curiosamente, la definición del usufructo (misterios de la vida y la memoria).
    Una de las tristes consecuencias de dejar de enseñar latín será la pérdida de oraciones y tradiciones de la Iglesia, pues no todo está traducido, y la falta de un idioma común favorece el olvido.
    Me imagino lo que tuvo que sufrir el pobre Lutero para que la gente dejara de cantar a la Virgen, algo que parece no haber conseguido y es que la Madre es la madre, sea virgen o no.
    Muy hermoso el comentario de hoy, me ha conmovido especialmente.

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