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LA MÚSICA EN LA LITURGIA

INSTRUMENTOS E INSTRUMENTISTAS

Gilles Binchois y Guillaume Dufay, músicos y compositores flamencos (s. XV)

La expresión que utilizan los salmos para referirse al término “cantar” hace referencia a un canto acompañado de instrumentos (probablemente instrumentos de cuerda). La Biblia griega tradujo la palabra zamir por psallein, que en griego significa “puntear” (sobre todo referido al sonido de los instrumentos de cuerda, el arpa o la cítara). Con ello estaban indicando que los salmos (psallein), aun siendo un canto vocal, se entonaban acompañados de instrumentos musicales. Este modo concreto de rezar del pueblo de Israel creó una cultura que poco a poco se fue desarrollando añadiendo nuevos elementos culturales y nuevas expresiones musicales que en algunos casos fueron la puerta para amplias discusiones sobre el problema de la inculturación. Oriente siguió siendo fiel a la música puramente vocal mientras que Occidente adoptó otras formas musicales como la polifonía (el papa san Gregorio Magno, en el siglo VII fue el gran compilador de la música litúrgica y creador de la schola cantorum que fue por toda Europa divulgando ese repertorio que pronto tomó el nombre de “canto gregoriano”).

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EL CANTO EN LA LITURGIA

PARTITURA CODICELa importancia que el canto tiene en el contexto de la religión bíblica es evidente. En el Antiguo Testamento la palabra cantar aparece 309 veces y en el Nuevo 36. Cuando el hombre entra en contacto con Dios las palabras se hacen insuficientes. La primera mención del canto la encontramos después del paso del Mar Rojo. La reacción del pueblo ante el acontecimiento de la salvación que había experimentado se relata así: «Creyeron en Yahvé y en Moisés su siervo.» (Ex 14,31)… «Entonces Moisés y los israelitas cantaron este cántico a Yahvé…» (Ex 15,1). En la celebración de la noche pascual seguimos cantando año tras año este cántico porque también nosotros nos sentimos salvados.

El culto judío incluía el canto de los salmos, la oración bíblica por excelencia. El mismo Jesús cantó durante la cena con sus discípulos: «Después de cantar los salmos, partieron para el monte de los Olivos.» (Mt 26, 30). La lectura de la Torá en la sinagoga se hacía con un recitado-cantado que incluía un giro melódico típico final que favorecía la retención del oyente. Al parecer, cada libro del Antiguo Testamento tenía un recitado diferente. No se entonaba igual el libro de Jeremías que el de las Lamentaciones o un capítulo de Isaías.

El canto litúrgico se sitúa en esta gran tradición histórica de experiencia de salvación. Para el pueblo judío el paso del Mar Rojo quedará como el fundamento de su Alianza con Dios mientras que para los cristianos el verdadero éxodo es la resurrección de Cristo que ha atravesado el “Mar Rojo” de la muerte, que ha descendido a los infiernos y ha abierto las puertas del triunfo. En la liturgia del pueblo de Israel, al igual que para nosotros hoy, el cántico de Moisés ocupa un lugar fudamental junto a los salmos porque expresan lo que Dios ha hecho con su pueblo, y así lo cantamos: «Mi fuerza y mi poder es el Señor, él fue mi salvación.» (Ex 15)

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EL SILENCIO EN LA LITURGIA

SILENCIOEl silencio sagrado

Uno de los signos más importantes de la liturgia cristiana es el silencio. No se trata de un silencio cualquiera, sino de un “silencio sagrado”. Romano Guardini lo describió así: «Si alguien me preguntase dónde comienza la vida litúrgica, yo respondería: con el aprendizaje del silencio. Sin él, todo carece de seriedad y es vano…; este silencio… es condición primera de toda acción sagrada.».

El silencio no se puede entender sin su polo opuesto, el hablar. El silencio sólo se puede dar en aquél que puede hablar. Los animales emiten sonidos pero no hablan, por eso en ellos no puede haber silencio. Esto indica que el silencio no es ausencia de sonidos sino una “no palabra”. En Una ética para nuestro tiempo, el propio Guardini dice: «Sólo puede hablar con pleno sentido quien también puede callar; si no, desbarra. Callar adecuadamente sólo puede hacerlo quien también es capaz de hablar. De otro modo es mudo.». Ambos polos son complementarios y se necesitan para existir. Si se elimina uno se elimina automáticamente el otro. Por eso nuestro mundo, que ha eliminado el silencio, ha matado también la palabra y lo que habitualmente escuchamos es su degeneración. No es una palabra vinculada a la verdad y que alimente la vida del hombre. Todo lo contrario, cuanto escuchamos hace que la existencia humana languidezca y se atrofie. «Entre el silencio y el hablar se desarrolla la vida del hombre en relación con la verdad» escribirá Guardini. Por ello, es necesario recuperar el silencio para recuperar la palabra, porque de la tensión entre ambos se engendra la verdad. Una imagen propuesta por el mismo Guardini nos puede hacer ver la importancia del silencio: «Quien no sabe callar, hace con su vida lo mismo que quien sólo quisiera respirar para fuera y no para dentro. No tenemos más que imaginarlo y ya nos da angustia. Quien nunca calla echa a perder su humanidad.».

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LOS SIGNOS Y LOS GESTOS

La liturgia eucarística tiene necesariamente un componente dramático. Cada vez que celebramos la eucaristía revivimos (y representamos) un acontecimiento dramático: Cristo murió por nosotros en el altar de la cruz pero Dios Padre lo resucitó para la salvación de todos. Ya hemos visto que lo que celebramos va siempre más allá de lo que representamos porque nos introduce en una dimensión trascendente que ni siquiera depende de nosotros (la liturgia no “se hace” sino que “se  recibe”). La liturgia es el medio de que disponemos para que se produzca este misterio en nosotros. Y la liturgia, como acto de representación dramática (pero atención, la liturgia nunca podrá ser un “teatro” aunque aparezca como una acto de representación dramática), está formada por signos y gestos que conviene llenar de contenido para que sean significativos y nos conduzcan a la trascendencia que ellos mismos apuntan. La liturgia es “el dedo que apunta a la luna”. Miremos a la luna pero, por favor, señalemos bien…

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