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EL CANTO DE LOS MINISTROS EN DIÁLOGO CON LA ASAMBLEA

SAGRADA EUCARISTIA [Icono bizantino]Ya hemos visto que la Celebración de la Eucaristía exige el canto —siempre que sea posible—, y que éste sea un canto de toda la asamblea (ministros y fieles) que favorezca la participación activa en el misterio que celebramos. Sabemos que no se trata de cantar cualquier cosa, sino aquello que exige la propia Celebración y la liturgia que va unida a ella. Por eso, y porque no todos los cantos son iguales ni tienen la misma importancia, hemos dividido las partes cantadas de la Celebración eucarística en dos grupos: las que corresponde a los ministros en diálogo con la asamblea, y las que canta toda la asamblea. Hasta ahora hemos repasado las que canta toda la asamblea, por lo que nos quedan las más importantes, aquellas que la Instrucción Musicam sacram considera el primer grado de participación en la liturgia, es decir, las que canta el ministro en diálogo con la asamblea.

El primer grado de participación

Según la instrucción Musicam sacram, el primer grado de participación en la liturgia consiste fundamentalmente en las aclamaciones y diálogos del presidente con la asamblea. El primer animador de la asamblea es aquel que la preside, cantando las partes que le son propias en diálogo con la asamblea. Resulta extraña y empobrecedora una celebración solemne en la que hay abundancia de cantos de toda la asamblea pero en la que el presidente no canta nada. Así nos lo recuerda la Sagrada Congregación de Ritos: «En la elección de las partes que se deben cantar, se comenzará por aquellas que por naturaleza son de mayor importancia; en primer lugar, por aquellas que deben cantar el sacerdote o los ministros con respuesta del pueblo; o el sacerdote junto con el pueblo.» (MS 7). Sigue leyendo

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RITO DE CONCLUSIÓN: CANTO DE DESPEDIDA

BENDICION-DE-DIOS-PADRE

El Padre Eterno [Paolo Veronese, S. XVI]

La celebración de la Eucaristía termina con el Rito de despedida. La Eucaristía nos reúne no para quedarnos reunidos, sino para salir fortalecidos a los caminos de la vida donde hemos de mostrar lo que hemos vivido y celebrado. La Eucaristía termina como rito pero continúa como tarea existencial. Acaba el rito pero comienza el compromiso surgido de él, si no se quiere que quede en rito vacío, en culto formalista.

El Rito de despedida o de conclusión es un rito breve y sencillo que cierra la celebración después de la gran Liturgia de la palabra y Liturgia eucarística.

Según la Ordenación General del Misal Romano, «el rito de conclusión consta de:

  1. Saludo y bendición sacerdotal, que en algunos días y ocasiones se enriquece y se amplía con la oración «sobre el pueblo» o con otra fórmula más solemne.
  2. Despedida, con la que se disuelve la asamblea, para que cada uno vuelva a sus honestos quehaceres, alabando y bendiciendo al Señor.» (OGMR 57)

El más breve de los saludos propuestos para el Rito de entrada es el que se emplea para el Rito de despedida: «El Señor esté con vosotros.», a lo que el pueblo responde: «Y con tu espíritu.». Si allí abría la celebración aquí la cierra deseando como fruto del Espíritu que el Señor permanezca con aquellos que se han encontrado con él en la fe confesada y compartida de la Eucaristía.

Enseguida el sacerdote imparte la bendición con invocación al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo realizando el signo de la cruz sobre los fieles. Se empieza la Eucaristía con la invocación de las tres personas divinas y se termina con el deseo de que esas tres divinas personas bendigan a los que han participado en la gran bendición de Dios a los hombres.

Las palabras rituales que dan por concluida la celebración y dispersan a la asamblea son: «Podéis ir en paz», que traduce libremente la expresión latina Ite, missa est, expresión latina que tiene el sentido cuasi jurídico-organizativo de dar por concluido el acto, algo así como “Se levanta la sesión”. La traducción castellana incorpora a la despedida el tema del envío (Id) que Jesús dirige a sus discípulos y que resuena así en los textos evangélicos: «Id y haced discípulos de todos los pueblos.» (Mt 28,19).

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LITURGIA EUCARÍSTICA: COMUNIÓN Y ACCIÓN DE GRACIAS

EL-PAN-EUCARISTICO-(Icono-ruso-del-siglo-XV)Partido el pan en el Rito de la “fracción”, se ora en silencio antes de comulgar para, como dice el Misal, hacernos conscientes de lo que vamos a recibir y recibirlo con fruto. A continuación, el sacerdote muestra a los fieles el pan consagrado diciendo: «Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.». Con este gesto comienza propiamente hablando el Rito de comunión. El pueblo responde con las palabras humildes y confiadas del centurión: «Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.». No se trata de una invocación sino de un anuncio e invitación a la fe de los participantes a los que el sacerdote proclama bienaventurados por haber sido llamados a la cena del Señor.

Mostrado el pan partido (hay que recordar que el Misal no dice que se recomponga la hostia partida en dos mitades, como se hace en muchos lugares, sino que se muestre el pan partido para darlo en comunión) se procede a la comunión propiamente dicha, primero del sacerdote y a continuación de los fieles. En este momento se inicia la tercera procesión de nuestra celebración, la de comunión (las otras dos son la de Entrada y la de Ofertorio). Este ponerse en marcha para la comunión tiene un rico significado para la Iglesia pues representa el movimiento del pueblo entero hacia su Señor, hacia la mesa fraterna en donde está el Pan de la unidad. La comunión eucarística, aun siendo un acto individual, significa y realiza la unión de los fieles, la comunión eclesial.

Al recibir la comunión volvemos a pronunciar el Amén, esa fórmula tradicional de asentimiento mediante la que manifestamos nuestra fe en aquello que estamos realizando. «Con tu respuesta ─dice Teodoro de Mopsuestia─ afirmas la palabra del pontífice (“El Cuerpo de Cristo”) y sellas la palabra del que te da.». «No es sin motivo que tú dices “Amén”, reconociendo en tu espíritu que recibes el cuerpo de Cristo. Cuando tú te presentas, el sacerdote te dice: “El Cuerpo de Cristo”, y tú dices: “Amén”, es decir, es verdad. Lo que tu lengua confiesa, que lo afirme también tu convicción.» (San Ambrosio)

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LITURGIA EUCARÍSTICA: PREPARACIÓN A LA COMUNIÓN

BAJORELIEVE CORDERO DE DIOS [Portada Monasterio Sta Maria Ripoll]Al final de la Liturgia eucarística encontramos el Rito de comunión, que consta de tres momentos: Ritos de preparación (pre-comunión), Rito de comunión propiamente dicho (comunión) y Rito de asimilación o reconocimiento (post-comunión). Los Ritos de preparación  incluyen: la oración dominical (el padrenuestro), el rito de la paz y la fracción del pan. Ya hemos visto anteriormente las características musicales de la oración dominical. Veamos ahora los otros dos momentos.

Rito de la paz

El Misal romano ha recuperado uno de los ritos más antiguos que con el paso del tiempo se había ido perdiendo. En la antigüedad, lo que variaba no era su presencia sino el lugar que ocupaba dentro de la celebración: antes o después de la Plegaria eucarística. Su posición más antigua era justo al terminar la Liturgia de la Palabra y respondía a la advertencia del Señor: «Si cuando vas a poner tu ofrenda ante el altar te acuerdas de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano.» (Mt, 5-23-24). Más tarde, entre los siglos IV y V, la liturgia romana colocó el rito de la paz después de la Plegaria eucarística y del Padrenuestro. En cualquier caso, en uno u otro lugar, se trataba siempre del mismo Rito de paz entendido como intercambio fraterno de paz entre los participantes en la celebración. Con el tiempo, este gesto de la asamblea fue desapareciendo reduciéndose a un gesto que hacía el sacerdote con el diácono, el cual transmitía la paz únicamente a otros miembros del presbiterio pero nada más. La reforma litúrgica del Vaticano II ha recuperado el rito en el mismo sitio que ocupó desde el siglo IV. Sigue leyendo

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LITURGIA EUCARÍSTICA: PADRENUESTRO

Rito de comunión

300px-Pater_Noster_in_Cantus_PlanusAl concluir la Plegaria eucarística nos adentramos en el denominado Rito de comunión. Después de bendecir la mesa nos disponemos a comer. La gran oración de la Plegaria eucarística ha puesto sobre la mesa el Cuerpo y la Sangre de Cristo, alimento de vida y salvación. Es el momento de acercarse a recibirlo. En un principio, como atestigua San Justino, de la Plegaria eucarística se pasaba a la comunión sin nada entremedias, es decir, sin ninguna preparación específica. Pronto se fueron introduciendo gestos y oraciones de preparación que dieron lugar a un ritual de comunión que con el tiempo se hizo excesivamente recargado. La reforma emprendida en el Vaticano II dio a este conjunto de ritos una estructura más sencilla y ordenada.

El Rito de comunión se desarrolla hoy en tres partes:

1. Ritos de preparación (pre-comunión): la oración dominical (padrenuestro), el rito de la paz y la fracción del pan;
2. Ritos de realización (comunión): la oración en silencio, la mostración del pan eucarístico, la comunión propiamente dicha y el canto procesional; y
3. Ritos de asimilación y reconocimiento (post-comunión): el momento de recogimiento y/o canto de acción de gracias y la oración conclusiva del que preside. Sigue leyendo

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LITURGIA EUCARÍSTICA: ACLAMACIONES

LA TRINIDAD [Nicholas Semitecolo S. XV]

La Trinidad [Nicholas Semitecolo S. XV]

Una vez concluido el Santo, da comienzo el Relato de la institución eucarística.

La Iglesia realiza el Memorial del Señor como expresión de fidelidad al contenido del mismo: «Haced esto en conmemoración mía.». No recordamos un hito histórico como quien lee un libro de historia, sino que a través de este texto litúrgico damos cumplimiento al encargo del Señor y actualizamos el Misterio de nuestra fe. El Relato de la institución es una aclaración esencial al sentido del sacramento y tiene como fin que la comunidad tenga siempre en la memoria el sentido y el espíritu de la acción que realiza.

La Iglesia se atreve a hacer esta súplica porque en la Última Cena Jesús tomó el pan y el vino, dijo la bendición y se lo dio a sus discípulos diciéndoles que era su Cuerpo y su Sangre, y les mandó repetir aquello como memorial suyo. Haciendo lo que Jesús hizo en aquella Cena, en obediencia a su mandato y con el poder del Espíritu, la Iglesia tiene el convencimiento de repetir efectivamente o reactualizar lo acontecido entonces.

Esta actualización la Iglesia la realiza mediante la liturgia sacramental que, cuando es verdadero instrumento de comunicación entre el hombre y Dios, produce lo que Joseph Ratzinger llama la «emoción litúrgica», una verdadera experiencia de comunión del hombre con Dios. Reactualizar lo acontecido en la Cena de Jesús con sus discípulos nunca nos deja indiferentes; por eso, y puesto que las palabras son insuficientes, desde siempre nos expresamos en la liturgia con «himnos, cánticos y aclamaciones».

A lo largo de la celebración eucarística hay varios momentos en los que la asamblea responde ante lo que está viviendo y experimentando con un «grito de júbilo» conocido como «aclamación». Las aclamaciones son expresiones de un estado de ánimo. Son como un grito con el que expresamos nuestros sentimientos y experiencias vitales. Hay dos aclamaciones en la Liturgia de la Palabra: el Aleluya y la Aclamación al Evangelio, y otras dos en la Liturgia eucarística: la Aclamación al Memorial y el Gran Amén. Sigue leyendo

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LITURGIA EUCARÍSTICA: SANTO

SANTO, SANTO, SANTO

Santo, Santo,

Santo es el Señor,

Dios del Universo.

Llenos están el cielo

y la tierra de tu gloria.

Hosanna en el cielo.

Bendito el que viene en nombre del Señor.

Hosanna en el cielo.

Una vez presentados los dones del pan y del vino da comienzo la Plegaria eucarística, el centro y cumbre de la celebración. Es la plegaria que expresa nuestro “sacrificio de alabanza” al Padre y realiza nuestro “sacrificio de reconciliación” en la muerte y resurrección de Cristo actualizadas en el sacramento de la Eucaristía.

Con la alabanza y acción de gracias da comienzo la Plegaria eucarística. Se introduce empalmando la última respuesta del diálogo introductorio, “Es justo y necesario.” con “En verdad es justo y necesario…”. A partir de aquí, el celebrante inicia el Prefacio. La Ordenación General del Misal Romano nos dice: «Ahora es cuando empieza el centro y culmen de toda la celebración, a saber, la Plegaria eucarística, que es una plegaria de acción de gracias y de consagración. El sacerdote invita al pueblo a elevar el corazón hacia Dios, en oración y acción de gracias, y se le asocia en la oración que él dirige en nombre de toda la comunidad, por Jesucristo, a Dios Padre.» (OGMR 54).

La Plegaria eucarística forma parte de los cantos propios de los ministros en diálogo con la asamblea. Según la instrucción Musicam Sacram constituyen el primer grado de participación en la liturgia. El primer animador de la asamblea es el que la preside, cantando las partes que le son propias en diálogo con la asamblea. Los fieles intervienen en ella sólo con las aclamaciones: el Santo, el Embolismo y el Amén de la doxología.

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