ANTÍFONAS MARIANAS /1

Theotokos

Antonio Alcalde, sacerdote, músico y compositor de música religiosa y litúrgica, ha querido regalarnos algunos textos para enriquecer la reflexión que venimos haciendo en este espacio-blog. Son textos escritos desde el compromiso por la liturgia y la animación pastoral musical por lo que los consideramos una aportación de gran interés para todos los que asiduamente seguimos este blog. ¡Gracias, Antonio! Comenzamos por las Antífonas marianas, especialmente las propias del tiempo de Adviento y Navidad.

«Las antífonas marianas son preces dedicadas a la Santísima Virgen María, que se cantan o recitan al final de la hora canónica de completas. Son cuatro: una para Adviento y Navidad, otra para Cuaresma, la tercera para Pascua y la última para el tiempo después de Pentecostés. Constan de una antífona con versículo y responso y una oración. De ellas, la más conocida y popular es la Salve, que es lo que la gente suele interpretar en latín siempre que se trata de honrar a la Virgen y eso en su forma melódica simple, siendo así que existe la solemne que es de una belleza impresionante, pero que la pereza y el espíritu rutinario han relegado a un injusto olvido, como pasa con las demás antífonas marianas. Los fieles en general ignoran el gran tesoro piadoso y musical que pierden con ello, de modo que un apostolado litúrgico serio deberá intentar rescatar tales piezas del repertorio tradicional, que, además, son ideales para interpretar después de la misa cantada, cuando no se dicen las preces leoninas. La Virgen María es cantada popularmente desde todos los siglos. Muy populares se hicieron las antífonas marianas gregorianas de gran profundidad teológica como el Alma Redemptoris Mater («Ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse»), el Ave, Regina coelorum («Salve puerta, por la que vino al mundo la luz»), el Regina coeli, laetare («Aquél a quien mereciste llevar, resucitó según su palabra»); el Ave Maris Stella («Da libertad al preso y a los ciegos luz bella»); Virgo Dei genitrix («el que no cabe en toda la redondez de la tierra, hecho hombre, se encarnó en tu seno»), etc. Si del cielo vino el «Ave María» en labios del Arcángel mensajero de la Buena Noticia, pronto se le añadió, como un eco en la tierra, la expresión jubilosa con que su prima Isabel le da la enhorabuena, mientras Juan, el Precursor, salta de gozo en sus entrañas: «Bendita tú eres entre todas las mujeres». Algunas antífonas e invocaciones populares a la Virgen hunden sus raíces en la más remota antigüedad, como la que comienza «Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios». La lengua latina y su melodía gregoriana, fundamentalmente silábica, no melismática, ha contribuído a hacerlas populares y de gran calado teológico, pues el gregoriano es una música que ha nacido de la oración, es decir, música que ha meditado el texto. Músicos y poetas de todos los tiempos se han preocupado por cantarle en su honor bajo todas las formas posibles e imaginables. En la literatura española, con sus dos vertientes, popular y culta, la poesía lírica mariana crece y crece como un río caudaloso. Desde las tiernas e incomparables cantigas de Alfonso X el Sabio y el Arcipreste de Hita, hasta las finísimas canciones de Juan del Encina, Francisco Guerrero, Morales, Vitoria, o los poemas de Calderón de la Barca, Fray Luis de León, Lope de Vega, Miguel de Cervantes, Alonso de Bonilla, Fray Pedro de Padilla, etc. La antología lírica mariana de los siglos dorados va recorriendo todos los misterios y advocaciones de nuestra Señora, con enorme y delicada fuerza teológica y con exquisita sensibilidad artística, de aroma popular. Si las antífonas marianas son un canto de la Iglesia a María, el Magnificat será el canto de la Iglesia con María.

ALMA REDEMPTORIS MATER

Antífona Mayor de Adviento y Navidad

LA ANUNCIACION 2Antífona mariana común al tiempo de Adviento y Navidad. El texto latino de la antífona:

Alma Redemptoris Mater,
quae per via caeli porta manes,
et stella maris, succurre cadenti,
surgere qui curat populo:

Tu quae genuisti, natura mirante,
tuum sanctum Genitorem:
Virgo prius ac posterius,
Gabrielis ab ore sumens illud Ave,
peccatorum miserere.

Herman Contracto compuso la antífona Alma Redemptoris Mater basándose en los escritos de san Ireneo de Lyon (130-202), san Epifanio de Salamina (315-403) y san Fulgencio de Ruspe (462/467-527/533). El primero de ellos, padre de la Iglesia al que puede considerarse casi apostólico (pues fue discípulo de san Policarpo de Esmirna, que lo fue, a su vez, del apóstol san Juan) fue quien habló de las dos Evas, asimilando María a la madre de todo el género humano: por ésta vino el pecado y por Aquélla la redención. San Epifanio (s. IV) fue el primero en usar la expresión “siempre virgen” para referirse a la Santísima Virgen. Por su parte, san Fulgencio destacó el importante papel desempeñado por María en la economía de la salvación como madre del Redentor. La antífona fue usada originalmente como canto procesional de la hora de Sexta del oficio de la Ascensión. Fue el papa Clemente VI quien en 1350 determinó su lugar actual en el rezo de las horas, asignándole el tiempo de Adviento y Navidad. Geoffrey Chaucer la menciona en sus Cuentos de Canterbury. El Alma Redemptoris Mater ha inspirado hermosas composiciones musicales a lo largo de la historia. Aparte de las melodías gregorianas (en tono solemne y en tono simple), destacan el coro de Leonel Power († 1442), la bellísima polifonía a seis voces de Orlando di Lasso (1532-1594), el coro a capella de Giovanni Pierluigi da Palestrina (1525-1594) y Tomás Luis de Victoria (Ávila 1548-Madrid 1611) entre otros. Desde hace mil años la Iglesia universal la canta en latín. Tendría que formar parte de ese repertorio mínimo de piezas gregorianas populares que han trascendido y calado en nuestro pueblo. La exhortación Marialis cultus, de Pablo VI, sugirió la conveniencia de subrayar el tiempo de Adviento como tiempo mariano por excelencia. Convendría destacar un icono o imagen de María Madre, con el Hijo, sobre todo en el cuarto domingo, que está centrado enteramente en la Virgen. Ella es «icono de la Iglesia». María es la puerta del cielo y la estrella del Adviento; la estrella de los mares; Ella viene a «librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse». Es una de las más conmovedoras plegarias:

Madre del Redentor, virgen fecunda,
puerta del cielo siempre abierta, estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse.
Ante la admiración de cielo y tierra,
engendraste a tu santo Creador,

y permaneces siempre virgen.
Recibe el saludo del ángel Gabriel,
y ten piedad de nosotros, pecadores.

Existen varias musicalizaciones en castellano; entre ellas destacan la de Luis Elizalde y Francisco Palazón que toma como ritornello los dos últimos versos de la antífona, cambiando el término «pecadores» por «peregrinos de la fe»:

Recibe, Santa María, el saludo de Gabriel
y apiádate de nosotros, peregrinos de la fe.

Esta antífona se usaba ya en el siglo XIII en la fiesta de la Asunción. Es de una gran riqueza literaria. Probablemente su autor, tanto de la letra como de la música gregoriana, fue el monje Hermann Contracto (+ 1054). Toma algunos versos del Ave, maris stella. Pero la frescura del original se ha revestido de nobleza y, por dos rasgos, el nuevo himno amplía su envergadura: «Ven a socorrer al pueblo que cae y quiere levantarse», dice. Ése «que quiere levantarse» es hondo y patético (en la melodía gregoriana). La continuación despliega una especie de visión: «Tú que, ante la admiración de la naturaleza, engendraste a tu santo Creador». En esta antífona, María es contemplada como la Madre del Redentor y la perfecta oyente de la Palabra de Dios. Gracias a ella se nos abre el cielo, porque ella es la «puerta» abierta; gracias a ella encontramos la orientación en el mar de la vida; por ella nos acercamos a Aquel que nos libera, nos redime y nos hace nuevas criaturas. Por todo ello, la comunidad cristiana le suplica: «ven a librar al pueblo que tropieza y quiere levantarse», que «tenga misericordia de los pecadores», que se apiade de todos nosotros que somos peregrinos de la fe, y en nuestro peregrinar nos ayude ante tantos tropiezos por el mar de la vida. Antífona Mayor de Adviento y Navidad. Al terminar la antífona se cantan los versículos:

Adviento:   

V. Angelus Dómini nuntiávit Mariae.
R.
Et concépit de Spíritu Sancto.

Navidad:

V. Post partum, Virgo, invioláta permansísti.
R.
Dei Génitrix, intercede pro nobis.

 Melodía dulce, piadosa y confortante, y además fácil de ejecutar.

ALMA REDEMPTORIS MATER2

© Antonio Alcalde Fernández

ANTONIO ALCALDE Antonio Alcalde Fernández nace en La Zubia (Granada), realizando sus estudios musicales en el Conservatorio de Música «Victoria Eugenia» de dicha ciudad, convirtiéndose en organista de la catedral de Granada. Posteriormente se traslada a Madrid donde realiza la diplomatura superior en Liturgia en San Dámaso, dentro dependiente de la Universidad Pontificia de Salamanca. Se gradúa en Lingüística por la Universidad Complutense de Madrid, especializándose en Literatura contemporánea y Gramática Generativa. En la actualidad es párroco de la parroquia del Buen Pastor de Madrid, asesor musical de varios colegios e instituciones, consultor del departamento de música de la Comisión Episcopal de Liturgia de la Conferencia Episcopal Española (CEE), profesor en la Facultad de Teología San Dámaso (Madrid) de «Liturgia y Música sagrada» en el bienio de licenciatura y profesor de música sagrada en la Escuela de Agentes de pastoral de la diócesis. Ha compuesto numerosas canciones para el repertorio musical-litúrgico. En muchas de sus grabaciones ha colaborado como intérprete solista y directora de coro Elena Calavia, coautora de este blog, con la que también ha participado en diversos cursos de Animación musical-litúrgica.

♦♦♦  Propuesta de cantos para el Tiempo de Adviento en Liturgia Dominical
♦♦♦  Sobre el Tiempo de Adviento, ver la entrada: Adviento, música y liturgia

2 comentarios

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2 Respuestas a “ANTÍFONAS MARIANAS /1

  1. María Dolores

    Muy bonito e interesante el artículo sobre las antífonas marianas. Musicalmente sólo conozco la salve, en latín ¡claro!, pero las demás que se citan no recuerdo haberlas cantado. Considero necesario recopilar y difundir su estudio, pues entre que ya no se estudia latín y la falta de sensibilidad religiosa, hará que se acaben olvidando, como tantas otras cosas.

  2. Luis V.

    La versión de Tomás Luis de Victoria me emociona. Ahora que estamos en adviento os dejo el enlace donde podeis escucharla: https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=iYFS0PIL3ZA

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