EVOLUCIÓN DEL CANTO RELIGIOSO /1

EL CANTO GREGORIANO. ORIGEN E HISTORIA

CANTO GREGORIANOPara hablar del canto litúrgico hemos partido hasta ahora de las consideraciones que hizo el Concilio Vaticano II en la reforma litúrgica recogida en la constitución Sacrosanctum Concilium. Esta reforma marcó un antes y un después en el contexto de la música litúrgica hasta tal punto que, en la práctica, enseguida se expulsó de la liturgia ordinaria lo que hasta ese momento era prácticamente lo único aceptado por la Iglesia: la música sagrada y el canto gregoriano. Después del Concilio, durante algún tiempo parecía como si, sobre todo el canto gregoriano, no hubieran existido. Pero afortunadamente la realidad no es lo que parece. Cuando hace algunos años de manera sorprendente las grabaciones de canto gregoriano alcanzaron una gran popularidad, daba la sensación de que se había descubierto algo ignorado hasta entonces, aunque había estado ahí desde hacía siglos, había compartido un lugar de preferencia con las otras músicas que estuvieron de moda en cada época y les había prestado su esencia más íntima para que pudieran evolucionar. En la Iglesia católica fue el canto litúrgico por excelencia y de ningún modo lo ha expulsado de su vida litúrgica; es más, lo sigue considerando el canto por excelencia para la liturgia.

Para entender lo que ha ocurrido y para darle al canto religioso —especialmente al gregoriano y a la polifonía— el lugar que le corresponde, es importante repasar su historia, profundamente ligada al cristianismo y a la liturgia.

Proemio

El Concilio abre su reflexión sobre la música sagrada con estas palabras: «La tradición musical de la Iglesia universal constituye un tesoro de valor inestimable, que sobresale entre las demás expresiones artísticas, principalmente porque el canto sagrado, unido a las palabras, constituye una parte necesaria o integral de la Liturgia solemne.» (SC 112) Y continúa: «La Iglesia reconoce el canto gregoriano como el propio de la liturgia romana; en igualdad de circunstancias, por tanto, hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas. Los demás géneros de música sacra, y en particular la polifonía, de ninguna manera han de excluirse en la celebración de los oficios divinos con tal que respondan al espíritu de la acción litúrgica.» (SC 116). Sin embargo, a pesar de que explícitamente se dice que al canto gregoriano «hay que darle el primer lugar en las acciones litúrgicas», la realidad es que en la práctica, enseguida se arrinconó el canto gregoriano, en parte debido a que estaba en latín y se mandaba componer música popular religiosa en lenguas vernáculas, y en parte porque era un canto que no comprendía el pueblo y, por tanto, no favorecía la “participación activa”. Lo que durante siglos se consideró el canto más apropiado para la liturgia, de un plumazo se recluyó en los monasterios, en los conservatorios de música y universidades y en los discos que todos compramos para escuchar en el salón de nuestra casa. No creo que haya quien defienda hoy la recuperación generalizada en nuestras liturgias del canto gregoriano y polifónico, pero sí me parece oportuno recuperar la memoria de lo que significó para la Iglesia y ayudar a escucharlo allí donde tengamos ocasión con una actitud algo más elevada que la meramente cultural y de interés concertístico. Y, cuando sea posible, invitar a rezar con él. Afortunadamente, en muchos monasterios todavía se preserva su función litúrgica y son numerosos los grupos formados para mantener su expresión cultural en conciertos y audiciones.

Origen e historia del canto gregoriano

El canto gregoriano es un canto llano, monódico, con una música absolutamente supeditada al texto. Su origen hay que buscarlo en las primitivas comunidades cristianas ya que desde el principio se invitaba a las comunidades a cantar a Dios “con himnos y cánticos inspirados”. Sin embargo, el nombre proviene de una falsa atribución al Papa Gregorio I Magno (535-604) debido a un dato aportado erróneamente por su biógrafo, quien decía que este Papa no sólo había compilado y arreglado el repertorio musical de la antigua música eclesiástica, sino que incluso fue él mismo autor, bien en parte o bien totalmente, de numerosas melodías. Aunque es verdad que el Papa Gregorio I impulsó una amplia reforma pastoral y litúrgica, hoy es aceptado por todos que el canto gregoriano no es obra ni de una persona ni de una generación. Fue todo un proceso que culminó con algunas de las iniciativas llevadas a cabo por el Papa Gregorio I. Una vez en el pontificado inició una obra que puede resumirse en dos aspectos: en primer lugar la compilación y selección de las melodías, para que fueran copiadas y coleccionadas en un libro llamado Antifonario. En segundo lugar dedicó gran parte de su esfuerzo a la formación de músicos, organizando en cada iglesia un grupo de cantores que se conoció con el nombre de Schola cantorum. Emprendió luego la tarea de unificación de las liturgias, lo que logró sólo en parte. Desde entonces al canto de la liturgia romana se le comenzó a llamar canto gregoriano, denominación ésta que se extiende también a la creación musical posterior a Gregorio I si conserva las mismas características.

Una breve cronología nos basta para apuntalar el devenir histórico de esta expresión musical de la Iglesia:

Año 313. Los primeros cristianos, para profesar su fe, llevan a las catacumbas melodías sencillas para el canto de los salmos tal y como se hacía en las comunidades de Jerusalén.

Año 396. San Agustín llora escuchando los cantos que los fieles de Milán entonan a Dios en la catedral.

Años 400-500.   El repertorio latino o canto romano se diversifica en los textos y en las formas de cantar según las áreas geográficas: Roma, Galia o la España visigoda, cuna de importantes liturgistas y legisladores eclesiásticos (aquí se desarrolló, por ejemplo, el denominado canto visigótico que con el tiempo recibiría el nombre de mozárabe).

Año 600 ca. El Papa Gregorio I Magno comienza un proceso de unificación de las liturgias occidentales. El nuevo repertorio litúrgico-melódico que surge se llamará canto gregoriano. En esta época comienza también a establecerse el rito de la Liturgia Romana con repertorio propio para la Misa –como acto más representativo del culto– y para las Horas del Oficio. Con Gregorio I se recogen ya dichos repertorios en dos libros fundamentales: el Gradual, con el Propio de la Misa (textos variables según el contenido de la fiesta del día, frente a los textos invariables de las secciones del Ordinario) y el Antifonario, con las Horas del Oficio.

Años 600-800. Apogeo del canto gregoriano. Es una época intensa en composiciones gregorianas. Los compositores amplían las melodías de los salmos dando lugar a las antífonas (de entrada y comunión), los aleluyas y los Graduales… Los fieles, los monjes y los cantores lo aprenden de memoria creando una vía de transmisión oral del canto. La vida musical religiosa de la Edad Media se organizaba en torno a dos estructuras importantes: la Misa y las Horas. En los monasterios y catedrales los días transcurrían en orden a la sucesión de las horas mayores y menores. Cada hora canónica tenía su estructura y repertorio propio siendo las mayores (Maitines, Laudas y Vísperas) las de mayor importancia. Las Vísperas, que cerraban el ciclo para volver a empezar con los Maitines, tenían gran riqueza musical por la interpretación de salmos, himnos y el magnificat.

Año 850 ca. Se fijan las primeras notaciones musicales. Los pneuma, es decir, los signos escritos, permiten anotar de forma precisa el ritmo y la expresión del canto.

Año 1050 ca. El monje Guido d’Arezzo precisa la escritura para definir los intervalos entre las notas dando a cada una un nombre: ut(do)-re-mi-fa-sol-la-si (los nombres de las notas se originan de las primeras sílabas de un himno en honor a San Juan Bautista: UT queant laxis / REsonare fibris / MIra gestorum / FAmuli tuorum / SOLve polluti / LAbii reatum / Sancte Ioannes) y organizando el sistema del tetragrama (cuatro líneas). Esta “modernización” será sin embargo el comienzo de la decadencia del canto gregoriano ya que al sustituir la memoria por la lectura de las notas el canto se hace más matemático perdiendo frescura. En este periodo nacen las primeras polifonías basadas en el canto gregoriano.

Años 154-1563. El Concilio de Trento recomienda por primera vez una edición oficiosa del repertorio conocida como Edición Medicea (impresa en la tipografía de los Médici). Esta edición debe mucho a la época en que se realizó en la que se consideraban bárbaras la mayoría de las creaciones medievales. A partir de entonces, el canto continuará con su papel litúrgico pero cada vez más encerrado en sí mismo, musical y socialmente descontextualizado (no  litúrgicamente, claro).

Año 1840. El canto gregoriano pasa a denominarse cantus planus (canto llano). Se hace aburrido, lento, sin vida. Los monjes benedictinos de la Abadía de Solesmes, dentro de un movimiento general de recuperación de la liturgia romana en Francia, ponen en marcha un arduo trabajo de investigación científica basada en la recopilación de los manuscritos que los monjes han ido copiando pacientemente. Intentan devolver al canto gregoriano su autenticidad y su uso en la oración.  Este trabajo se vio reforzado con la creación de una escuela de organistas y maestros cantores laicos. Poco a poco, el canto gregoriano se ha ido recuperando y, desde la citada abadía se ha ido extendiendo a otras, como Sankt Gallen (Suiza), Silos (España), Montserrat (España) o María Laach (Alemania), recuperándose gran número de manuscritos de los siglos X al XIII. En las abadías, el monje se identifica con la vida monástica a través de la oración, recitada siempre según el canto gregoriano, siete veces al día: maitines, laudes, tercia, sexta, nona, vísperas y completas

Año 1903. El Papa Pio X define el canto gregoriano como el canto propio de la Iglesia romana y propone al pueblo rezar desde la belleza del canto y de la música.

Año 1962. El Concilio Vaticano II confirma con su autoridad el uso de este canto como el propio de la liturgia romana aunque abre ésta a otras formas musicales, especialmente al canto religioso popular. A partir de entonces, su aplicación litúrgica cae en desuso dando primacía al canto popular religioso, más comprensible y cercano al pueblo. El canto gregoriano se recluye en algunos monasterios, en los conservatorios profesionales de música y en las universidades.

A partir de entonces, a pesar de la enorme tradición y reconocimiento oficial del canto gregoriano en la vida de la Iglesia, éste se ha desacralizado para convertirse en una música que pertenece a un periodo, a una estética y a un momento de la historia del cristianismo y de la liturgia ya superados. Para la liturgia nos queda, como testimonio de su belleza y función litúrgica, los pocos monasterios que aún lo utilizan de forma habitual en sus liturgias.

4 comentarios

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4 Respuestas a “EVOLUCIÓN DEL CANTO RELIGIOSO /1

  1. Gregorio Cantó

    Gracias por tus excelentes aportaciones. Te voy siguiendo desde hace tiempo aunque hasta ahora no me había decidido a dejar ningún comentario, pero en esta ocasión me has tocado la fibra sensible. Me emociona tanto el canto gregoriano que no puedo sino lamentar que se haya relegado, como bien dices, a un mero hecho testimonial. No creo que debamos volver a misas enteras en gregoriano pero hay algunos cantos, como el Kyrie, que se pueden seguir cantando en gregoriano. Si queremos ser consecuentes con el mandato del Concilio del que tanto hablas, ¿por qué no nos tomamos en serio la primacía del canto gregoriano y le damos un poco más de espacio en nuestras liturgias? Hemos pasado de todo a nada en un momento y no lo hemos sustituido por nada de calidad y emoción litúrgica similar. Flaco favor le hemos hecho a la música litúrgica.

  2. Lola

    El canto gregoriano, como muchas tradiciones litúrgicas, se están perdiendo porque no se estudia latín, por lo que resulta desconocido y difícil de cantar. Estoy de acuerdo con Gregorio en que, si no en todas las partes de la Misa, alguna, como el Kyrie, se podrían cantar en latín, casi de forma habitual, y tratar de ampliar el repertorio en solemnidades. El día de la Virgen de los Ángeles se terminó con la Salve Regina, en latín, y fue un momento muy emotivo.

  3. Lola

    Podría ser bonito cantar gregoriano por el placer de cantarlo, es sencillo, profundo, relajante, inspirador……….

  4. Hola, Lola, si te gusta el canto gregoriano y quieres disfrutar haciéndolo, y vives en Madrid, ponte en contacto con este grupo. Es una Schola gregoriana femenina que canta desde hace años y ensaya todas las semanas: cumiubilo@scholacumiubilo.com.

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